Los Últimos Tiempos
A los que están decepcionados...


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Terminando 1999, la efervescencia respecto a cuestiones apocalípticas llegaba a un grado culminante. Cientos de grupos y quizá millones de personas tuvieron al menos un esbozo de temor respecto a lo que tantos videntes e incluso las Escrituras mismas parecían anunciar.

Sin embargo, las fiestas pasaron sin pena ni gloria, y cada cual volvió a su casa, ahogando en el champagne y las fiestas desenfrenadas aquella idea atemorizante que durante meses, sino años, lo había acompañado.

¿Qué pasó con aquellas exhortaciones a enderezar el mundo haciendo mejor las cosas? ¿Acaso la extinción del temor significa también extinción de buenos propósitos?

¿Qué ocurriría si las cosas sucedieran fuera de toda previsión, en un momento en que nadie lo está esperando?

Dios no castiga, ni premia, por el día del almanaque...

Gracias al hecho de que todo se ha aparentemente retrasado respecto a las expectativas de muchos, nos da la maravillosa gracia de desembarazarnos de aquellos locos milenaristas que esperaban verse glorificados en medio del horror y la desolación.

Glorificados... ¿cómo pueden serlo personas que están del lado de Dios cuando hay espectáculo?

Aquello de lo que hablan las profecías, y que ha de venir no importa cuántos sean los retrasos, no es ni de lejos un entretenimiento. Debemos quitarnos de la mente las hollywoodenses imaginaciones que nos representan como Rambos en medio del desastre general.

Esto que vivimos hoy, los cientos de muertos semanales en guerras y guerrillas, los miles de muertos por desastres naturales, los destrozos, las enfermedades, los insultos, etc., no son más que un preámbulo de lo que va a ocurrir cuando en verdad se desate la cólera divina. Pero... ¿por qué va a ocurrir? Porque el mundo no cambia, porque hay dureza y maldad en la gente, porque ni siquiera vemos nuestro espantoso interior creyéndonos muy hermosos o muy "buenos" con esa bondad totalmente externa que nos dan ciertos actos filantrópicos en los que no recordamos ocuparnos de nuestros defectos, tratar bien al que está más cerca, etc.

Pero tampoco es justo centrar la visión de lo que vendrá en una ciénaga de dolor. Tras el amargo trago de la pasión, vendrá la renovación de amor de la promesa divina.

A quienes se cuestionan sobre si en verdad sucederá, sería bueno preguntarles si verdaderamente creen en Dios. Quien no cree, nada tiene que hacer con profecías. A quien sí cree, resta hacerle otra pregunta más: ¿puede ese Dios en quien Ud. cree estar tranquilo y dejar al mundo avanzar en la dirección en que lo está haciendo?

Más de uno hablará de libertad humana, pero esos olvidan a Sodoma y Gomorra, olvidan también al mundo anterior al Diluvio. Cuando la humanidad está demasiado podrida, hace falta un cambio que renueve las cimientes y de, en el futuro, buenos frutos otra vez.

¿Podrá el hombre, por si solo, lograr ese cambio? A estas alturas, es muy poco probable. Tan poco que parecemos estar presenciando la decadencia de esta cultura.

¿Ha pensado usted que la forma de vida actual es tan posiblemente extinguible como la de cualquier cultura del pasado? Es curioso ver al hombre contemporáneo, tan convencido de que la sociedad de hoy nada tiene que temer a esos castigos y decadencias que tanto afectaron a algunos pueblos en el correr de la historia.

Sin embargo, somos tan susceptibles o más que esos antiguos pueblos. Porque en ellos quedaba, por lo general, cierto germen de bien. Había en sus costumbres algunas bases morales. Todavía creían en un Dios, todavía se mantenían ciertos valores.

Entonces, ¿vamos a regirnos por un numerito? ¿acaso ahora podemos ser "malos sin remordimiento" por un cambio de fechas? ¿dónde quedó el amor a Dios y a su honra, la esperanza de cambio, el esfuerzo por ser mejores?

Basta ya de fieles de plástico. Basta ya de vivir como en el cine. La realidad es otra, se retrase, se adelante o sea hoy mismo. Estemos listos, mejor dicho, seamos listos... y no cerremos los ojos ante lo que ahora mismo sucede, y es, el decaimiento de la actual humanidad.

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