Los Últimos Tiempos
¿Por qué son estos los Últimos Tiempos?
Respondiendo a las objeciones milenaristas y
optimistas.
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Por una parte, los milenaristas quieren el fin del mundo para el 2.000 por el simple hecho numérico, por la superstición y el ánimo morboso de la tragedia. Hablamos de los enfermizamente milenaristas y no de quien no ha conocido otra explicación o fundamento para esperar que sobrevenga el cumplimiento de las promesas mil veces benditas pronunciadas por Nuestra Señora tanto e Fátima como en la Salette y en muchos otros lugares. En otras palabras el argumento es éste: "mire, es el cambio de siglo, de milenio y por eso se debe renovar la tierra. Además, el Buda de Quiensabedonde, el calendario de los mayas de la tercera montaña superior izquierda del pueblo perdido de Nadierecuerda y Swami Esperaquemeilumino lo dicen, y además San Pepito los Palotes y tres videntes que tuvieron revelaciones cortando lechugas en su casa.". Pedimos perdón por la ridiculización, pero necesitamos marcar bien estos rasgos, que son, a saber:
De este tipo de fenómeno hemos hablado otras veces, por lo que nos limitaremos a la breve caricaturización de arriba para dejar perfilada en la mente del lector esta corriente ideológica. La segunda es más terrible, por que no es tan grotesca y goza de popularidad aplastante. Es el optimismo escéptico. Como su contrapeso anterior tiene características nítidas.
En apariencia, son dos polos opuestos, pero debemos recordar el principio de lógica que dice que dos extremos opuestos se terminan uniendo. Aquí lo constatamos cuando observamos desde la perspectiva de los Últimos Tiempos ambas actitudes: son dos conductas distintas de rechazo al mensaje y a las advertencias. Unos por exageración se ciegan, otros por inacción optimista se ciegan. Nadie ve, nadie reacciona, nadie cambia. Uno de los mayores inconvenientes que enfrentamos los católicos ante este panorama no es sólo religioso sino también psicológico. Porque el mundo corrompido por el pecado, el vicio y el error, además de las herejías y el paganismo y el neopaganismo, han modelado la cultura moderna suprimiendo el hábito de reflexionar, pensar, discutir y concluir. Sin este hábito propiamente católico es posible manipulara las personas así como es imposible reflotar el mundo. Porque la corrupción corrompe, obviamente. Y si la corrupción alcanza todos los campos de actividad humana, el hombre no se mejora y perfecciona, sino que se rebaja y pierde. Por eso existe un trabajo espiritual con el que nos vencemos y hacemos no la voluntad de nuestras pasiones desordenadas, sino la voluntad de Dios que quiere sólo nuestro bien. Por eso, por esas resistencias que ciegan a las personas y por esta corrupción interna y externa que podemos afirmar categóricamente que el hombre no sólo se ha deformado y corrompido sino que ya no tiene mas fuerzas para reformarse. El genial escritor y pensador católico Georges Bernanos exprime con una frase magnífica este problema: "Las civilizaciones no mueren a la manera de los hombres. La descomposición en ellas precede a la muerte" Y ante la imposibilidad de visualizar panorámicamente su mal y de corregir su conducta sólo queda una salida: que María, Madre de Misericordia, Refugio de los Pecadores y Auxilio de los Cristianos tenga pena de nosotros y quiera reformarnos o no habrá reforma para nosotros; quiera - Esposa fidelísima del Espíritu Santo - renovar la faz de la Tierra y conducirnos por este valle de lágrimas hasta mostrarnos el rostro divino de Su Hijo y así sea cumplida la promesa mil veces bendita y esperanzadora: "Cuando todo parezca perdido, por fin mi Inmaculado Corazón triunfará!" |