La vida es maestra de la historia. Así
lo proclama en sus enseñanzas la Santa Iglesia y así lo dispuso sabiamente el Creador de
todos los mundos.
Pretender que la credibilidad de un testigo y confidente de Dios sea el
aval de credibilidad es un absurdo si se basa única y simplemente en lo que acontecía
hasta ese día. María Santísima y Su Divino Hijo se complacen constantemente en hacer
del confidente y testigo un espejo de su Mensaje y Advertencia a la Humanidad. Hace en él
lo que quiere en el Hombre genérico, en su rebaño amado hasta dar la vida por él.
Por eso vemos esas conversiones categóricas, honestas, totales. No
tienen medias luces, condecendencias o medias verdades. No transigen con el error, las
tentaciones, las tibiezas o las contemporizaciones naturales en una persona afamada o
venerada en vida.
Y estas distan infinitamente de los falsos videntes, los falsos
místicos, los profetas improvisados. Porque si bien puede comprenderse el error antes de
la introducción del milagro en la vida, no se puede ser indulgente con la desviación
moral, doctrinaria, mental, en resumen, de vida de quien pretende recibir mensajes del
cielo. Porque Dios no hace reposar su gracia en el estercolero
Por el contrario, la el milagro no se reduce a la confidencia, dictado
o visión. El prodigio opera también en la criatura, sobrenaturalizándola y llenando el
suceso de esperanza para nosotros, porque vemos surgir de la normalidad o incluso desde el
error una luz, un consuelo, la fuerza necesaria para perseverar y vivir la vida en Dios.
Por eso esta sección. Porque en ella podremos respirar y reforzar
nuestra confianza. Porque vidas semejantes si operan como sellos. No lo son en si mismos,
como vemos, pero si refuerzan y revisten de veracidad.