Informarse no es comprender. De hecho,
el exceso de información, la sobreinformación pura y llana, produce desconocimiento y
carencia de comprensión.
En una época marcada por la idolatría de la información, bien puede
decirse que sus habitantes prototípicos son personas largamente informadas. Sin ir mas
lejos, el ciudadano típico del mundo moderno está unas 10 o 12 veces mucho más
informado que lo que un hombre renacentista promedio con todo el conocimiento que pudiese
ingerir durante toda su vida. El sujeto postmodernista asistió a más horas de clase
(primarias, secundarias y universitarias) que ningún antepasado suyo, asistió a más
noticiarios, documentales e informativos, leyó en periódicos y noticias muchísima más
cantidad de referencias que ningún antecesor. Sin embargo, es el hombre más azotado por
la incertudumbre, la duda y el desconocimiento más básico.
¿A qué se reduce su conocimiento? ¿Sabe como funcionan las cosas y
sistemas con que interactúa? ¿Qué grado de profundidad alcanza su conocimiento?
Por sobrepasar los límites de esta presentación, nos centraremos
sólo en el problema para poder explicar la razón de este apartado en nuestra revista.
Información y mensajes relacionados con los Últimos Tiempos y en
general con todas las temáticas con que antojadizamente se les relaciona hay a millares
o, quizá si contamos con todos los aportes heterodoxos, millares de millares.
Por eso hace falta analizarlos, compararlos, contrastarlos, someterlos
a la duda y a la crítica, objetarlos y llevarlos al campo de la fe y devoción. En una
palabra, trabajarlos hasta que no quede ninguna duda válida en un campo tan particular.
Durante el tiempo que quede hasta los maravillosos sucesos prometidos
en Fátima intentaremos reunir la mayor cantidad de análisis serios y objetivos que tanto
nuestros colaboradores como nuestros lectores vayan enviando.